No sentía esto desde que murió mi padre. No es algo de lo que me gusta hablar, suele ser una de las razones por las que me encierro en una nube de emociones que giran en círculos. Sin embargo, hoy decido abrir mi alma, mi mente, mi corazón y armarme de valor para decirlo.
Tengo pocos recuerdos de él, pocas vivencias plasmadas en mi mente. Recuerdo muy bien el día en que lo vi en aquella entrada de la casa de mi abuela, con su sonrisa entre mejilla y mejilla por verme. Nos llevaba un polvo de bebida Nesquick, que por cierto a mi me encanta el de chocolate pero en esa ocasión fue de fresa. Pero la importancia no era el detalle, ni el sabor, era el hecho de su visita, el saber que estaba ahí después de muchos días, meses o años sin verlo.
Una emoción gigante recorría todo mi ser, una esperanza viva y un pensamiento inocente de que el volviera a nuestras vidas. No sabia el porque no estaba presente, ni el porque solo podíamos verlo ciertos días, pero me quitaba esa idea cuando lo miraba y nos invitaba a salir junto con mi hermano a algún lugar, créanme era alentador.
Pero el tiempo siguió su curso, llego el momento en el que de plano se sentía su ausencia. Ya tenia alrededor de siete años, siempre me preguntaban en la escuela donde estaba mi padre pero no sabia que responder. Veía a los demás disfrutando del Día del Padre, en los juegos que se organizaban y en las festividades de cada año.
No sabría como explicarles lo que sentí, más puedo comentarles que no era muy fácil vivir de ese modo. De pronto, a la penumbra de la noche, una noticia pasmo nuestras vidas, mi padre había muerto. Y si, mi reacción de niño cambio a una seriedad absoluta, a una tristeza silenciosa y aun no saber que hacer. Veía como mi madre y mis hermanos lloraban, mientras nos dirigíamos a donde el cuerpo fue velado.
Un impacto repentino sacudió mi mente, personas desconocidas me abrazaban o me tocaban el hombro, mas yo no sabia el porque. Me acercaron mas tarde al féretro, yo veía a mi padre durmiendo, eso era lo que un inocente niño de siete años pensaba. Que su padre estaba atrapado en un sueño, del que alguna vez iba a despertar. Desafortunado para mi, para mi infancia y para mi realidad, mi padre nunca iba a regresar. ¿Cómo un niño podría reaccionar ante tal acontecimiento? Lo único que recuerdo es que abrazaba a mi madre, con mi poco razonamiento, en señal de consuelo.
Cuando llego la hora del entierro, estábamos tan cerca y a la vez tan lejos. Miraba a mi abuela rota, en llanto y con desmayos de la nada. Mire el sufrimiento en sus ojos y mire el dolor en mi familia. Mi madre sentada en una tumba y yo al lado abrazado a ella, mirando como bajaban la caja y comenzaban la labor del entierro. Y de pronto era el momento de la despedida, todos arrojando puños de tierra y yo no sabia que significaba, pero me deje llevar, he hice lo mismo.
Una de las despedidas mas duras, vacías y sin sentido, una despedida de un niño que enterraba su infancia, su inocencia y a su padre. Desde ese entonces el dolor siempre lo he notado, la ausencia me es familiar, la desdicha, la muerte y la impotencia de saber que la vida es solo un instante. No quiero que tomen esto como una justificación, yo tuve que madurar a temprana edad pero agradecido de lo que aun tenía y tengo, una familia hecha pedazos, que con el tiempo se hizo mas fuerte.
¿Y por qué digo que siento hoy lo mismo? Porque hay ausencias que duelen, hay recuerdos que quedan, hay conciencia de que tenias algo y que ahora ya no lo tienes. Hay nudos en la garganta y dolores de pecho, como si te presionara algo tan fuerte que piensas que llorando te liberaras. Por eso mi sentir, por aquellas perdidas a través del tiempo. No lo hago por hacerles sentir una lastima hacia mi, lo hago porque para mi es un desahogo y un instante para dejarme ir.
Un refugio al cansado, un descanso para el abatido, más quiero que sepas que todo ese dolor que tienes, por lo que sea que te este pasando, algún día te hará crecer mas fuerte y seras un ser extraordinario, un mejor ser humano. Algún día veras tu pasado y entenderás que tu presente tiene una minoría de dolor comparado con él.
Se que sera difícil, tienes un trago amargo y tal vez por ahora no tengas ganas de nada, pero siempre recuerda a ese niño que creció luchando por alcanzar sus sueños. No lo menosprecies, ni lo subestimes, él siempre haya la manera de afrontar todo, aunque la adversidad sea constante. Levántate cuando creas necesario y no te quedes ahogado, recuerda que a pesar de todo tienes vida y cada día tienes una nueva oportunidad.
Te amo, amo cada parte de ti aunque cometas muchos errores, pero te amo porque sin ti no sabría que en la muerte solo sigues soñando y que la vida solo es pasajera. Que se disfruta, que amas, que dejas ir, que eres feliz y que puedes estar triste, mas al final sabrás que tu siempre lo diste todo sin buscar algún valor añadido.
V. M. G. N.